La Vida extraordinaria de un Matemático
Uno de los atractivos que ofrece la ciencia – las matemáticas, en mi caso – es la oportunidad de viajar y pasar un tiempo en diversos rincones del planeta. Mundos, culturas y paisajes distintos; cuatro paredes con un pizarrón y una computadora portátil, casi la misma, dondequiera. Así es el viaje de un matemático: va a otra tierra pero su mundo sigue siendo el de las ideas, aún cuando la gastronomía y el lenguaje cambien.
Tienes derecho a un viaje transoceánico durante tu candidatura a doctorado, así que tienes que elegir muy bien a qué conferencias asistir, me dijo mi supervisor. Claro que comencé a buscar conferencias en la red y, dada mi aún novicia experiencia en mi área de investigación, ‘sistemas discretos integrables’, opté por ciudades a las tengo ganas de ir, como Lisboa y Kiev. Esas conferencias usualmente no son muy buenas, mejor échale un ojo a estas otras, me dijo Reinout Quispel, mi supervisor. Así fue como, a final de cuentas, mi plan de verano quedó trazado como sigue:
Volé Melbourne-Singapur-París-Roma-Brindisi para asistir, del 2 al 9 de junio a la conferencia SPT 2007 (Simetría y Teoría de Perturbaciones) en un hotel frente al Mar Adriático, al sur de Italia. La siguiente conferencia-escuela a la que asistí, del 15 al 24 de junio, fue NEEDS 2007 (Ecuaciones evolutivas no lineales y sistemas dinámicos) en Ametlla de Mar, Cataluña, ahora frente al Mediterráneo. Como disponía de una semana libre entre ambas conferencias, decidí pasar unos días en Estocolmo, donde vive mi amigo Tigran Feiler, con quien realizé una cotraducción de Stig Larsson, poeta sueco, hace un par de años. A lo largo del tiempo he coqueteado con ambos lenguajes, el de las letras y el de los números, estructuras a final de cuentas. La última semana de junio la pasé en Cambridge, Inglaterra, en el Instituto Newton para las Ciencias Matemáticas, en el marco del seminario en Problemas altamente oscilatorios: cálculo, teoría y aplicaciones. Volé de regreso a Melbourne sólo para tomar el vuelo a la Costa Dorada, donde tenía que dar una charla esa misma noche en el marco de Complex´07 (8ª. Conferencia Asia-Pacífico en Sistemas Complejos), después de dos días de viaje, incluyendo el cambio de horario.
La vida de un matemático no es nada fácil. Desde el inicio de mi candidatura, hace un año, no había tomado ni una semana de vacaciones. Cuando llegó el tiempo de las vacaciones de Navidad y pretendía asistir a una escuela de verano en Sydney –si, porque acá el verano es durante el invierno de México–, tuve que trabajar un mes entero hasta casi la madrugada. El motivo: una fecha límite para entregar un artículo, mi primer artículo, el cual ya ha sido aceptado y será publicado este año en el Journal of Physics A: Mathematics and Theoretical Physics. También fue un año bastante difícil y confuso. Aprender y familiarizarse con un nuevo lenguaje requiere cierto tiempo. Curiosamente, ya es casi imposible hablar de un lenguaje matemático. Casi todas las áreas de investigación han ido adoptando el propio y es como si uno hablara italiano, otro portugués y uno más catalán o español. Digo, ciertas raíces en común y frases que pueden ser entendidas por unos cuantos grupos pero siempre hace falta una traducción cuando a conceptos especializados se refiere.
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