martes, 22 de octubre de 2013

MATEMÁTICAS ¿UN PROBLEMA DE LENGUAJE?


 


En el presente artículo se aborda uno de los problemas más determinante de los que se encuentran los alumnos al iniciar los estudios universitarios, y más concretamente los primeros cursos en las facultades de económicas y empresariales. Dicho problema lo produce el desconocimiento general de lo que podemos denominar lenguaje matemático, es decir, la simbología y estructuración utilizadas usualmente en las clases de matemáticas.

En los diversos trabajos que tratan sobre las dificultades que encuentran los alumnos al pasar de la enseñanza secundaria a la universidadse olvida un tema que, a nuestra modesta opinión, puede ser el causante de un primer desconcierto para estos alumnos.

Nos referimos al lenguaje matemático, es decir, al conjunto de símbolos o caracteres gráficos que son utilizados en matemáticas para su perfecta definición, junto con la manera de presentar los elementos, ya sean conceptos o propiedades, en esta materia. El conocimiento y uso del lenguaje matemático es totalmente necesario, siendo la única manera de comunicación en esta ciencia, debido a su exactitud. Dicho lenguaje es muy poco conocido por los estudiantes preuniversitarios.

Sólo en contadas ocasiones, los profesores de bachillerato emplean en sus clases una simbología matemática rigurosa, de manera que al llegar a la universidad y encontrar que la mecánica de explicaciones se basa sistemáticamente en el empleo de este lenguaje, cunde el desconcierto entre el alumnado. Este desconocimiento del lenguaje matemático conlleva una serie de deficiencias para el alumno que se traducen en problemas para la comprensión de los nuevos conceptos que se introducen y deficiencias en las respuestas en exámenes que llevan al fracaso, en definitiva en la comunicación entre profesor y alumno. Además, estos problemas de comunicación generan en el alumno una reacción de antipatía y rechazo hacia las matemáticas, que en algunos casos es difícil de superar.

El desconocimiento del lenguaje matemático produce errores de construcción, de interpretación, y en definitiva hace imposible la comunicación. Es decir, si se pierde la gran virtud de las matemáticas que es, como hemos dicho, su exactitud, nos queda una ciencia con un lenguaje que producirá errores y confusiones.

Pero, ¿a qué nos referimos cuando hablamos de lenguaje matemático? Pues a dos cuestiones distintas pero interrelacionadas, a saber: la simbología utilizada en matemáticas y, por otro lado, la estructura y presentación de los contenidos matemáticos.

La simbología matemática está repleta de signos o caracteres gráficos que son como las “palabras” de un idioma. Éstas deben ser conocidas con el objeto de poder interpretar lo que se quiere decir con ellas, al tiempo que se deben utilizar para decir lo que se quiera. Cada uno de estos símbolos utilizados en matemáticas, son necesarios para la perfecta construcción de ideas, de manera que la sustitución de alguno de ellos por otro diferente, aunque sea gráficamente parecido, cambiaría totalmente el significado.

Por otra parte, la presentación de los contenidos matemáticos se realiza mediante enunciados con nombres o etiquetas (como por ejemplo: Definición, Teorema, Proposición, Lema, Demostración, Corolario, etc.), de manera que cada una de ellas predice su contenido. Así, todo enunciado o afirmación en matemáticas, debe ser presentado dentro de uno de estos epígrafes, ayudando así a una clara organización y estructura de los contenidos de la materia.

La actividad matemática en los estudios de secundaria se puede calificar de mostrativa, es decir basada en recordar, ordenar y sistematizar conocimientos fundamentados en el sentido común y la vida cotidiana, de manera que las definiciones se realizan mediante comentarios literarios y ejemplos concretos. Así, el rigor y el uso del lenguaje matemático en los cursos de bachillerato se tiene que supeditar al nivel de conocimientos del grupo de alumnos a los que se imparte la asignatura.

Los profesores de secundaria procuran que sus alumnos aprendan el lado instrumental de las matemáticas, dejando un poco aparcado todo el aparato formal y la simbología que muchos no llegarían a comprender. Por ejemplo, cuando se trata de que los alumnos capten el concepto de límite de una función en un punto, se suele trabajar de forma intuitiva sobre las gráficas, sin llegar en muchos casos a presentar la definición formal, mediante el lenguaje matemático, de este concepto. Así, el lenguaje matemático es muy poco conocido por los alumnos de matemáticas de éste nivel.

Por otra parte, en la universidad los estudios en matemáticas se centran en una actividad que podemos llamar demostrativa, cuyo objetivo principal es la construcción de conocimientos matemáticos, de manera que se utiliza de forma rigurosa el lenguaje matemático, sin casi literatura que no sea perteneciente a este lenguaje, con su particular estructura y elementos.

La experiencia docente ha permitido determinar ciertas características comunes de las dificultades que encuentran los alumnos a su llegada a la universidad. Una de ellas, a la hora de entender las asignaturas de matemáticas en este nivel académico, no son consecuencia totalmente determinada por la dificultad de los temarios, o por la mayor o menor calidad docente del profesor que la imparte, sino que una gran parte del fracaso de muchos alumnos reside en la dificultad que encuentran en entender lo que se les quiere contar. Nuestra experiencia nos permite afirmar que las grandes diferencias entre la enseñanza de las matemáticas en secundaria y en la universidad no sólo es debida a los contenidos, que naturalmente tienen que estar de acorde con los niveles académicos a los que corresponden, sino a las formas de impartir dichos contenidos. Este desfase en las formas de exponer las matemáticas entre la educación preuniversitaria y la universitaria, debido al lenguaje matemático, lleva al fracaso escolar de muchos alumnos que, siendo unos estudiantes con conocimientos y notas suficientemente buenas, e incluso en algunos casos notables en las matemáticas preuniversitarias, en los primeros contactos con las impartidas en la universidad se encuentran con grandes dificultades, en algunos casos insalvables.

ALGUNAS RECOMENDACIONES

Las preguntas que generan los comentarios anteriores pueden ser resumidas en dos cuestiones. En primer lugar ¿en qué fase del aprendizaje de las matemáticas deberían ser mejorados, o complementados los contenidos para conseguir acercar los dos niveles de enseñanza? Y, por otro lado, ¿de qué modo deben ser impartidas las asignaturas de matemáticas para subsanar estas deficiencias en el uso del lenguaje matemático?

Quizá las respuestas a los interrogantes anteriores pasen por poner y quitar un poco de aquí y de allá. Es decir, el buen uso del lenguaje matemático y de sus elementos más utilizados, debe ser consecuencia de un aprendizaje que quizás debiera comenzar en el Bachillerato LOGSE, reforzados con ciertas ayudas en los primeros cursos universitarios, e incluso con la elaboración de una bibliografía específica.

Con respecto al problema del escaso conocimiento del lenguaje matemático, se desprenden ciertas ideas que deberían ir dirigidas a clarificar lo siguiente. El profesor debe hacer entender al alumno que:
- El lenguaje matemático es la única vía de comunicación en matemáticas, y su uso es necesario para “saber lo que se dice” y “decir lo que se sabe”.
- Todos los símbolos contenidos en este lenguaje, ya sean numéricos u otros, son precisos y tienen un significado concreto, no siendo en ningún caso sustituibles por otros, aunque sean parecidos en su grafía.

Por otra parte, el profesor debe seguir en sus exposiciones en clase una dinámica consecuente con los ideales antes citados, de manera que debe presentar, siempre que no
sea diáfana, la definición de la simbología en cada situación particular, siendo conveniente dejar perfectamente claras las definiciones, usos e interrelaciones de cada uno de los símbolos incluidos en el lenguaje matemático, mediante ejemplos y comentarios. Mientras que al alumno se le debe exigir, en la medida de lo posible y según el nivel, que conozca y utilice los diferentes elementos de este lenguaje.

CONCLUSIÓN

Nuestros comentarios sobre la docencia de las matemáticas en cursos anteriores a la universidad inciden no en sus contenidos, que pueden ser más o menos adecuados, sino en la manera, las formas, de presentar dichos contenidos. Es decir, el escaso uso del lenguaje matemático en estas etapas de la docencia, sustituyéndolo totalmente por métodos quizás más pedagógicos pero menos científicos y, sobre todo, que se parecen poco a los que posteriormente se utilizan en estudios superiores. Así, los temas, la presentación y nomenclatura a la hora de introducir nuevos conceptos y sus propiedades, las interrelaciones con otros elementos definidos e incluso los ejemplos aclaratorios, tienen un denominador común, la falta de rigor matemático, factor imprescindible cuando se pretenda ahondar o ampliar en los conceptos dados.

La simbología matemática, las estructuras matemáticas, en definitiva, el lenguaje matemático, debe ser presentado poco a poco, día a día, progresivamente, de manera que su utilización sea habitual y no se produzca un cambio tan brusco al comenzar los estudios universitarios, donde los alumnos se encuentran con una nomenclatura y unas formas de dar las clases muy distinta a la que están acostumbrados. Todo lo que se avance en este sentido irá en beneficio de facilitar el salto que sufren los alumnos al pasar del instituto a la universidad.

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